Las recientes inundaciones en Paysandú y Salto, Uruguay, han dejado un rastro de angustia entre los evacuados. El avance del río Uruguay ha obligado a cientos de familias a abandonar sus hogares, pero muchos se niegan a alejarse demasiado por temor a robos. Vecinos como Elbio Francolino, quien ha vivido por 25 años en la zona portuaria de Paysandú, prefieren quedarse cerca de sus viviendas, montando campamentos improvisados para evitar que los «rateritos» se aprovechen de la situación. “Si te vas, cuando volvés no encontrás nada», afirma con resignación.
Mientras tanto, las autoridades han implementado medidas de seguridad, como la interrupción del suministro eléctrico en las áreas afectadas por parte de UTE, la empresa estatal de energía. La compañía ha anunciado un descuento del 10% en las facturas por cada día que el servicio esté interrumpido.
Pronósticos preocupantes Según el Instituto Nacional de Meteorología (Inumet), las próximas semanas no traerán alivio. Se espera que el nivel del río se mantenga elevado, y la posibilidad de nuevas crecidas debido al fenómeno de El Niño ha generado preocupación en las poblaciones cercanas. En ciudades como Bella Unión y Durazno, los habitantes ya se preparan para lo que podría ser un octubre especialmente crítico en términos de eventos climáticos.
En las áreas más afectadas, la Intendencia ha instalado baños químicos y otras facilidades básicas para aquellos que se ven obligados a esperar, vigilando sus casas desde carpas improvisadas. Los relatos de los afectados reflejan la desesperación por no solo perder sus hogares ante la fuerza del agua, sino también la impotencia de dejar todo atrás sin garantía de que sus pertenencias estarán a salvo